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— ¿No puedo yo tratarlos igual que este alfarero, pueblo de Israel? Pues lo mismo que el barro en manos del alfarero, también ustedes están en mi mano, pueblo de Israel. Si en algún momento yo hablo de arrancar, arrasar y destruir un pueblo y un reino, pero resulta que ese pueblo se convierte de su maldad, entonces también yo me arrepentiré del mal que había decidido hacerle.

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